La Pascua en el Nuevo Testamento

Los evangelios del Nuevo Testamento son relatos de la vida y enseñanza de Jesús. Incluyen descripciones de la “Última Cena” de Jesús, que fue una comida pascual y que se alinea estrechamente con la celebración tradicional de la Pascua. Aunque el seder como lo conocemos hoy en día no se desarrolló hasta algún tiempo después del primer siglo, la Última Cena “debe ser vista como un primitivo Seder primitivo.” En otras palabras, era la versión 1.0 de Seder.

En el Evangelio de Lucas, leemos lo siguiente:

Entonces llegó el día de los panes sin levadura, en el cual el cordero pascual debía ser sacrificado. Así que Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: “Ve y prepáranos la pascua para que podamos comerla.”

Cuando llegó la hora, se reclinó a la mesa y los apóstoles con él. Y les dijo: “He deseado fervientemente comer esta Pascua contigo antes de sufrir. Porque os digo que no lo comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios.”

Y tomó una copa, y cuando había dado gracias, dijo: “Tomen esto y divídanlo entre ustedes. Porque os digo que de ahora en adelante no beberé del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.”

Y tomó pan, y cuando había dado gracias, lo rompió y se lo dio a ellos, diciendo: “Este es mi cuerpo, que se da para ti. Haz esto en recuerdo de mí.” Asimismo, la copa después de haber comido, diciendo: “Esta copa que es derramada por vosotros es el nuevo pacto en mi sangre.” (Lucas 22:7-8, 14-20)

El evangelio de Mateo aclara el significado de la copa:

Y tomó una copa, y cuando había dado gracias, se la dio a ellos, diciendo: “Bebe de ella, todos vosotros, porque esta es mi sangre del pacto, que se vierte para muchos por el perdón de los pecados.” (Mateo 26:27-28)

La práctica cristiana de la comunión, también conocida como la Cena del Señor o la Eucaristía, proviene directamente de esta parte de la Pascua de Jesús. De acuerdo con el énfasis bíblico, Jesús pide que el pan y la copa sean tomados “en memoria de mí.” Esta es exactamente la razón para observar la Pascua: recordar lo que Dios hizo al redimirnos. Tanto la Pascua como la comunión posterior nos permiten recordar que Dios nos redimió de la esclavitud: primero, de la esclavitud en Egipto, y segundo, de la esclavitud al pecado.

El Evangelio de Juan también sugiere que la Última Cena puso un toque único en una práctica tradicional de Pascua. Urchatz es la parte del seder cuando nos lavamos las manos para purificarnos ritualmente. En el relato de Juan, leemos que antes de la Pascua, Jesús no lavó las manos de los apóstoles sino sus pies:

“Luego vertió agua en un cuenco y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a limpiarlos con la toalla que estaba envuelta alrededor de él” (Juan 13:5).

Al lavar los pies sucios de sus discípulos, Jesús estaba ofreciendo una lección objetiva en humildad.

Nota: El texto original se encuentra en jewsforjesus.org/passover

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